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El dogma en la filosofía

Miguel Angel González Iturbe

 

No es poco recurrente la afirmación, que incluso llega a escucharse de boca de profesionales de la filosofía, de que esta ciencia, la filosofía, debe estar libre de sujeción a cualquier dogma. “La filosofía –dicen- deber ser antidogmática”. En lo que sigue trataré de mostrar la falsedad de esta opinión.

            Conviene empezar por explicar lo que hemos entender por dogma. Consideremos las tres acepciones conceptuales de esta palabra:

                        1) proposición que se asienta como principio innegable en una ciencia.  

                        2) verdad revelada por Dios, y declarada y propuesta por la iglesia. 

                        3) fundamento de una ciencia, doctrina o religión.

       También, para realizar nuestro análisis, indiquemos de una vez que una verdad puede conocerse de tres modos:

                                                              1) porque ella es evidente.

                                                              2) porque ella es demostrada. 

                                                              3) porque ella es revelada.

Para la primera hace falta la aprehensión de la inteligencia; para la segunda, la operación de la razón; para la tercera, la adhesión voluntaria animada por la fe.

            Una vez establecidos estos parámetros es necesario indicar que la filosofía es la búsqueda científica de las verdades acerca de las causas últimas de lo que existe y de los principios por los que las conocemos, en cuanto estas verdades pueden ser conocidas por la luz natural de la razón. Advirtamos además que el hecho de que la filosofía use de la razón no significa que esté excluida de usar nada más que de ella; un verdadero filósofo usa de todas sus facultades espirituales para conocer la verdad, y en tanto que desea conocerla, no le importa si la ha conocido por su propio esfuerzo o se la han revelado, ni si para conocerla ha de usar de algo más que de su razón.

            Es innegable que la filosofía parte de dogmas, bien porque siendo la filosofía una verdadera ciencia tendrá un fundamento sobre el que se sostiene y que no se somete a cuestionamiento, bien porque requiere de principios para hacer operativa a la razón que usa, y la cual requiere de dichos principios para entrar en funcionamiento, por lo que no puede ella juzgar a sus principios. Toda demostración de la verdad por vía de la razón requiere de principios indemostrables (primeros principios de la razón), y como la razón los usa, mas no los produce, son, a decir verdad, anteriores a ella. Dichos principios que la razón no puede negar, son dogmas para la inteligencia, porque le son verdades innegables: no puede negarlos, porque entraría en una contradicción que la inmovilizaría. Dicho esto, ¿habrá de librarse el filósofo de esos dogmas? Respondo: cómo podría; es imposible. ¿Habrá que dudar de su verdad? Respondo: la verdad de esos principios es evidente y no hay motivo para dudar de lo evidente.

      Ahora bien, de dónde vienen estos principios si la razón no los produce. De la realidad, porque ellos no son sino la inteligibilidad de las leyes del ser, de modo tal que el fundamento de la filosofía como ciencia no es otra cosa sino la realidad. ¿Dudará la filosofía de su fundamento: lo real? ¿Negara la existencia de las cosas y del mundo, y, con él, de su propia existencia? Desde luego que no. De modo tal que la existencia de lo real también es un dogma para la filosofía, porque es el fundamento que la sostiene como ciencia ¿Qué ciencia habrá de dudar o negar de la existencia de su objeto, si al hacerlo, dejaría de ser ciencia?

Hemos demostrado que la filosofía tiene por dogmas, según las acepciones 1 y 3, a los principios por los cuales puede ella operar, porque si es ciencia ha de razonar y demostrar; por tanto, deberá de valerse de principios que juzguen a la razón y no sean juzgados por ella; y también tiene por dogma a la realidad, porque siendo este su objeto de estudio, no podría, sino entrando en la locura, negar de su existencia o dudar de ella. Pasemos ahora a demostrar como la filosofía no ha de librarse tampoco de los dogmas considerados por la acepción 2.

        ¿Habrá la filosofía de negar o abstenerse de la verdad revelada por Dios? Por supuesto que no. Pero acaso lo que algunos disque antidogmáticos digan es que ellos no rechazan la verdad revelada, sino que Dios haya revelado una sola verdad; o tal vez vayan más lejos y afirmen que Dios no existe (pero si lo hicieran caerían en ese instante en dogmatismo, porque no se puede afirmar esta proposición sino procediendo mal en el razonamiento, haciendo de lado a la razón para aferrarse a la creencia de que el ser necesario puede no existir), o que el hombre no debería hablar sobre Dios, pues excede el límite de lo cognoscible. Pues bien, para negar que Dios haya revelado verdad habrá que negar que haya una religión verdadera, y varias son las que afirman ser custodias de la palabra revelada. Así, el anti dogmático deberá demostrar que cualquier religión que se autoproclame verdadera es en realidad un fraude. Ahora bien, bajo qué criterio se rechazará que no exista ni una sola religión verdadera. Los antidogmáticos no dan criterio alguno sobre esto. Por tanto, o están obligados a decir que no saben si existe o no una palabra revelada, y así tendrían que aceptar que la filosofía muy bien puede y debe hacer uso de la verdad revelada, si ésta existe, o bien, deberían demostrar que no hay revelación, lo cual no lo hacen.

       Veamos más. ¿El antidogmático que en tanto filósofo desea dar una explicación última de todo lo real, pretenderá conocer tan sólo por la razón, sin ayuda de nada más, esa totalidad, o se resignará a no ser filósofo por no poder explicar la totalidad de lo real? Si lo primero, se cae en un exceso de confianza y en el error del racionalismo, además de que se pretendería o bien limitar a la existencia de lo real a existir exclusivamente del modo en que pueda entrar en los parámetros de la concepción racional, o bien decir que nuestra razón lo puede abarcar todo. Si lo segundo, se dejará de ser filósofo, porque precisamente es impulso del filósofo dar una explicación de la totalidad de lo real. Si lo primero, se estatuye a la razón humana como autoridad y juez de lo real, lo cual constituye en sí un dogma. Si lo segundo, se niega la posibilidad de que pueda haber filosofía.

            Cómo se resuelve la cuestión. A nuestro parecer se debe aceptar humildemente que la razón humana no es el asidero de la realidad, que la razón es limitada, y que, no obstante, la inteligencia tiene un deseo infinito de conocer y un deseo de conocer la verdad total que es una infinita plenitud. ¿Es imposible que la verdad que no puede ser descubierta por nosotros nos pueda ser comunicada?

       ¿Es imposible que Dios hable a sus creaturas y establezca comunicación con el hombre? No, y quién lo afirme está obligado a demostrarlo. ¿Es posible conocer por algo más que sólo la razón? Sí, así lo demuestran los hechos y contra factum no valem argumenta; se puede conocer por fe. Por fe en las capacidades humanas ajenas conocemos lo que otros han conocido por razonamiento, por fe en el testimonio conocemos lo que no hemos experimentado, por fe en la palabra de los otros conocemos su pensamiento y sus sentimientos. Luego, ¿será que una persona racional negará que por fe podemos conocer lo que es imposible para la razón?

            Nos parece haber por lo menos dos tipos de dogmas de fe: los que en sí mismos no pueden ser comprendidos por la razón por excederla (no por serle contrarios a la razón), que son objetos exclusivamente alcanzados por la fe, y los que se constituyen en dogmas, aun siendo posible que sean conocidos por la razón. Ahora bien, no es irracional, sino conforme a la razón depositar la fe sobre los segundos, porque es el único medio de alcanzarlos. Tampoco es necesariamente irracional depositar la fe sobre los segundos, aunque puedan ellos ser conocidos por la razón. Depositar la fe sobre ciertas cosas que pueden ser conocidas por la razón es bastante útil, pues nos facilita el acceso al conocimiento y nos ahorra tiempo y la disposición que necesitaríamos para comprender la demostración de su verdad. Pero cuando los dogmas constituidos son puestos en duda por razones válidas, deben ser sometidos al razonamiento para descubrir su verdad. Es contrario a la razón constituir dogmas sobre objetos innecesariamente depositarios de fe, por ejemplo, cuando dichos objetos son contrarios al orden natural, cuando no son sobrenaturales o cuando los tomamos como guías de nuestra conducta, esto porque su posible falsedad puede ser descubierta por la razón.

         No es irracional tener por dogma algo verdadero, aun cuando su verdad pueda ser descubierta por la razón (dogma constituido), más cuando no puede ser conocida por ella (dogma autentico), pero es irracional tener por dogma algo falso cuya falsedad puede ser puesta en descubierto por la razón (dogma de creencia falsa). El trabajo de la filosofía es poner al descubierto los dogmas de creencia falsa, revelar en conocimiento los dogmas constituidos y someterse a los dogmas auténticos para ser guiada por ellos. En efecto, la filosofía dogmática usa de los dogmas no de manera axiomática, sino como guías a las cuales el razonamiento no debe contradecir, porque de hacerlo erraría.

        Ahora bien, cómo se conoce que un dogma es auténtico. De suyo no se puede conocer por método racional, porque eso significaría que no es auténtico dogma, sólo puede ser conocido en el orden de la fe, lo que significaría que no es conocido en su verdad hasta que es conocido. Entonces cómo es que la filosofía puede aceptar dogmas revelados. Pues bien, cuando se le proponen proposiciones como si fueran revelación y se le dan los indicios para juzgar su autenticidad con el fin no de conocer el dogma, sino de conocer que la revelación es verdadera. Si es que los indicios se oponen a la razón, ello sería signo de que la supuesta revelación es un fraude.

          La filosofía no debe renegar de los dogmas porque a decir verdad la fe no es sino otra facultad del espíritu, el cual no solamente intelige y razona con los inteligibles, sino que también cree y somete su voluntad a la creencia. La fe no está fuera del orden de la razón, no le es ajena, sino que le pertenece como facultad. Aclaremos más, la fe no es otra cosa sino la misma razón que ve su modo de llegar al orden sobrenatural, la fe pertenece a la razón sobrenatural. Así, la fe proporciona la capacidad de conocer verdades que no son accesibles a la razón natural a la vez que proporciona una certeza mayor de la que proporciona la razón natural, comparable a la certeza que dan los primeros principios. Dice Edith Stein:

“La filosofía quiere verdad del mayor alcance y de la mayor certeza posible. Y si la fe alumbra verdades inalcanzables por otra vía, la filosofía no puede renunciar entonces a esas verdades de la fe sin sacrificar, siquiera por una vez, su pretensión universal de verdad; más aún, sin exponerse al peligro de que se deslice la falsedad en el inventario de conocimientos que le quedan, porque en la conexión orgánica de toda la verdad, cada parte componente puede caer bajo una luz falsa si el nexo con el todo queda cortado.

”Además: si a la fe le es propia la más alta certeza que pueda lograr el espíritu humano, y si la filosofía pretende ofrecer la más alta certeza alcanzable, la filosofía debe entonces hacer suya la certeza de la fe.” [1]

Podrá si se quiere construirse una filosofía sin dogmas de razón sobrenatural, pero no será sino porque se niegue el orden sobrenatural (lo cual es un dogma del espíritu empirista). Con ello no se hará sino impedir la metafísica, porque ésta para realizarse requiere de un espíritu integral en sus facultades, lo cual viene a coincidir con la negación del orden sobrenatural, porque no habiéndolo, tampoco hay necesidad de la metafísica, y no pudiendo llegar a ser metafísico el filósofo que así procede, no descubrirá tampoco el orden sobrenatural que ha negado. Mas como la metafísica es la parte esencial de la filosofía, mejor sería para la persona que concibiéndose como filósofo dice que no podría nunca ser dogmática, decir que nunca podría llegar a ser filósofo. Será acaso un buen pensador, un intelectual, un erudito quizá, pero nunca un filósofo, porque éste es siempre dogmático en su razón natural y a veces en su razón sobrenatural también.

 

[1] Stein, Edith, Qué es filosofía. Un diálogo entre Edmund Husserl y Tomás de Aquino, p 18-19

Diseño y contenido: Miguel Angel González Iturbe

 

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